Main logo

“A mi cuñado solo lo identificaron por un hueso”

Don José Rosas Quintanar perdió a dos cuñados en la explosión de Tlahuelilpan; uno murió una semana después en el hospital, del otro solo quedó un hueso

Escrito en ESTADOS el

Dos cuñados de don José Rosas Quintanar murieron en la explosión de Tlahuelilpan.

Uno, encendido su cuerpo desde los pies hasta los hombros, corrió cerca de un canal de aguas negras para tratar de apagarse; calló entre el pasto, se sacudió para quitarse el fuego y eso le permitió sobrevivir una semana, hasta que murió en un hospital.

El segundo cuerpo no fue hallado; lo reconocieron por un hueso. 

Él es de Ajacuba, sus familiares eran de Teltipán. A ambos poblados los une una ruta: la del huachicol; por ellos corren los ductos en los que grupos del crimen extraen el hidrocarburo, en un corredor que va desde Huichapan hasta Cuautepec.

Frente a las cruces en honor de sus difuntos que están en el predio donde ocurrió el incendio, don José cuenta que lo primero que vio de aquel día fue el video de la gente quemándose, como antorchas, los gritos desgarradosre, tratando de vencer a la muerte.

Las imágenes las borró de su celular, mas, afirma, no lo ha podido borrarlo de sus recuerdos.  

“Luego me dijeron que a uno de mis cuñados ya lo habían encontrado, que iba ardiendo pa’ allá, por el canal. Me habló un primo de él. Era noche, como las siete, ya en seguida se oscureció por completo. Pues vinimos, pero cuando nosotros llegamos ya habían circulado todo y ahora sí los soldados ya no dejaban pasar”.

Lo trasladaron al Hospital Militar, en México. Sin embargo, sólo vivió una semana.

“No aguantó. Le abrieron el tórax para que pudiera respirar y yo creo que como que la lumbre encogió el cuerpo. Ya no resistió más. Sí lucha el cuerpo por querer vivir, pero estaba muy dañado; creo que tenía quemaduras en 90% por ciento”.

A su otro cuñado lo identificaron por pedazos de huesos encontrados en el terreno.

“Fue por un niño, por su hijo, que le hicieron estudios. Pues yo lo veo difícil (que sea él), pero nos dio, no gusto, nos dio… no sé cómo explicarlo: que al menos unos huesos nos entregaron para venirlo a sepultar”.

Fueron, sin embargo, cinco meses de espera hasta que les dijeron que las pruebas genéticas eran positivas.

“Eran padres los dos: uno tenía dos hijos y el otro dos, todos menores, apenas uno acaba de cumplir ahorita 18, pero de ahí pa’ bajo todos están chiquitos. Ha sido duro. Si yo como cuñado se siente feo, imagínese a los hijos que estuvieron con él toda la vida”, dice don José, que quita los abrojos que han crecido junto a la cruz de madera que colocaron en la zona cero a la memoria de sus difuntos.